miércoles, 27 de enero de 2010

NADA ES LO QUE PARECE

Bueno y como tambien la musica nos gusta, apartir de ahora todos los dias te mostramos algun viedito que nos deja tecleando.

En este caso Marito Bertoni -nuestro Cheff musical- mos sorprende con esto.

La semana pasada estuvimos hablando del experimento que llevo a cavo el Washington Post, de la mano del reconocido violinista Joshua Bell, para muchos el mejor del mundo. Dos días antes se presento a sala llena en el teatro de Boston donde las entradas rondaban los 1000 dólares. El experimento consistió en que Bell, vestido con ropa informal se pusiese a tocar en el metro de Washington, a la hora pico durante 45 minutos mientras cerca de 1000 transeúntes se dirigían a abordar el mismo; entre los datos llamativos se encuentra que el instrumento con el que interpretó seis obras de Bach, era nada más ni nada menos que un violín Stradivarius, valuado en 3.5 millones de dólares que antes le perteneció a al violinista Bronislaw Huberman. Luego de interpretar las obras, en el estuche de su Stradivarius había recaudado 32 dólares, "No está mal", bromea, "casi 40 dólares la hora... podría vivir de esto. Y no tendría que pagarle a mi agente".

También el estudio demostró que los niños eran los únicos que se detenían al escuchar las bellas melodías, mientras sus padres les tiraban del brazo.
Tan sólo una mujer le reconoció. Stacy Fukuyama, que trabaja en el Departamento de Comercio, llegó casi al final de su actuación. No lo dudó ni un segundo: el que tocaba el violín no era ningún artista callejero. Le había visto hacía tres semanas en un concierto en la Biblioteca del Congreso. Y se quedó mirando, atónita, hasta que la última nota salió del Stradivarius.
"Ha sido lo más impactante que he visto en Washington", reconoce. "Joshua Bell estaba allí tocando y la gente no se paraba, ni siquiera miraba. ¡Algunos incluso le echaban monedas! ¡Cuartos de dólar! Yo eso no se lo haría a nadie". Lo que más extrañó a Bell, sin embargo, fue que al final de cada pieza no pasaba "nada". Nada. Ni un bravo, ni un aplauso. Sólo silencio

Si les interesan los experimentos, les recomiendo que se tomen unos minutos y ven las imágenes de la película Icomo Icaro (1972) en donde se recrea el experimento de Stanley Milgram realizado originalmente en 1963.Para observar y pensar.


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